Las construcciones urbanas depende la comercialización de productos, la movilidad eficiente, la provisión de buenos servicios públicos o el buen funcionamiento de las redes de transporte.
Con el 78% de su población viviendo en centros urbanos, América Latina es una de las regiones más urbanizadas del planeta. Esto debería ser una buena noticia si tenemos en cuenta que en 2010 las 289 ciudades con más de 200.000 habitantes producían más del 75% del PIB de la región. Pero la realidad muestra que la mayoría de ellas no están explotando todo su potencial, tanto a nivel económico como social, hecho que limita las aspiraciones de desarrollo de la región.
Las causas de esta situación son diversas, pero quizás la más determinante es la relacionada con las infraestructuras urbanas, ya que de ellas depende la comercialización de productos, la movilidad eficiente, la provisión de buenos servicios públicos, el buen funcionamiento de las redes de transporte y, en definitiva, el bienestar de todos los ciudadanos.
Está demostrado que las infraestructuras urbanas son un gran aliado del crecimiento económico sostenible e inclusivo. ¿Pero de qué infraestructura estamos hablando? ¿Cómo priorizar los proyectos que más impacto tienen sobre las comunidades más vulnerables? ¿Cómo apalancar fuentes de financiación que se ajusten mejor a las restricciones fiscales de los países y las ciudades?
En primer lugar, es imprescindible enfocarse en las infraestructuras que fomentan una mejor conectividad, tanto de bienes y servicios como de personas. En la medida en que las ciudades logren generar mayor accesibilidad, economías de escala, emparejar empleos con la mano de obra solicitada e innovar, podrán responder a las necesidades planteadas y ofrecer mejores oportunidades para sus habitantes. La accesibilidad es una de las características fundamentales para mejorar la calidad de vida, la productividad y la competitividad en los centros urbanos, y en gran medida, ésta se explica a través de las relaciones entre los sistemas de transporte, los usos del suelo y la conectividad. De esta manera, el transporte urbano hoy juega un rol complejo y decisivo en la estructuración y consolidación de ciudades más iguales, habitables y limpias.
La creciente propiedad y uso del automóvil, junto con una inadecuada planificación territorial, han generado pérdidas incuantificables debidas, por ejemplo, a la congestión, la siniestralidad vial y la contaminación. Estas externalidades negativas han minado en gran medida las posibilidades de acceder a educación, empleo, servicios y mejores oportunidades. Por si esto fuera poco, el sector transporte es uno de los que más contribuye a la emisión de gases contaminantes, representa alrededor del 25% de la demanda mundial de energía y cerca del 61% del consumo anual de petróleo. Los niveles de congestión alcanzados en ciudades de América Latina suponen costos de entre el 5 y el 10% del PIB, y cada año hay más de 107.000 víctimas fatales causadas por los siniestros viales en América Latina.
Latinoamérica está rezagada en la provisión de infraestructuras, en parte debido a los niveles de inversión. Tras alcanzar un pico del 3% del PIB en 2014 (impulsado por varios grandes proyectos de inversión privada), los niveles de inversión en infraestructura declinaron en 2015, alcanzando el 2,75%: 1,50% pública y 1,25% privada.
Estas cifras no serán suficientes si consideramos que para cerrar la brecha de infraestructuras que nos separan de las economías avanzadas la región debería invertir alrededor del 5% de su PIB anual. La alternativa pasa necesariamente por hacer más –y mejor- con los recursos disponibles.
Las ciudades de la región tienen hoy la oportunidad única de invertir en una agenda que haga confluir la infraestructura y la innovación tecnológica representada en fuentes renovables de energía, la generación un ecosistema digital, y la economía colaborativa, utilizando como catalizador transversal a la movilidad urbana. Vehículos limpios con amplias redes de recarga, corredores conectados generando y proveyendo datos en tiempo real, maximizando el uso de los vehículos existentes, generarán importantes beneficios en reducción de la congestión, emisiones de gases contaminantes y de siniestros viales.
Para ser exitosos necesitaremos que el sector público y el privado, así como la sociedad civil, trabajen de la mano y coordinadamente. Una buena oportunidad para consensuar acciones y alinear esfuerzos será la Conferencia CAF: Infraestructura para el desarrollo de América Latina, que reunirá en Buenos Aires, el 25 y 26 de abril, a gobiernos, sector privado y sociedad civil para impulsar la buena gestión de las infraestructuras.
Dentro del marco de restricciones fiscales, la movilidad urbana abre una ventana de oportunidad para saltar escalones en el desarrollo. Los economistas acuñaron el termino leapfrogging, haciendo alusión a saltarse pequeñas etapas evolutivas, para avanzar más rápido, en el marco de la organización industrial y el desarrollo económico. Y es justo en ese punto donde está la región hoy. Complementar las inversiones y los marcos regulatorios en sistemas de transporte masivo, redes de banda ancha fija y móvil, generación y distribución de energía renovable, con las propuestas de soluciones y prestaciones de servicios por parte de startups, disruptores y privados, catalizarán los inimaginables beneficios que están ahí, listos para ser aprovechados. El momento es ahora.