Los Bienes Raíces tienen sus altas y bajas influenciados por los elementos de la economía, local e internacional, que de manera directa les afectan. En los últimos años el sector se ha visto favorecido por las medidas que en sus beneficios ha tomado el Gobierno, de manera particular en lo relativo a las
viviendas de bajo costo, con las ventajas que da la ley del Fideicomiso y con las inyecciones de capital que ha hecho el Banco Central para que exista suficiente dinero para los financiamientos con bajas tasas de intereses.
Esa luna de miel, lamentablemente, podría terminar en cualquier momento, lo cual significaría que, al igual que en épocas pasadas, se complicarían las cosas para los adquirientes de viviendas.
Las causas para que esto llegue a suceder, aunque no sea el deseo del Estado Dominicano y, mucho menos, del Sector Privado, están al doblar de la esquina y son directamente proporcionales a elementos externos, como el aumento de las tasas de interés en la Reserva General de los Estados Unidos y, a lo interno, al efecto que ese anuncio del Gobierno Americano tiene sobre nuestra economía.
Este simple ejemplo de algo que escapa de nuestro control, unido a los factores locales que ocasionan la inflación, la falta de circulante y la escasez del dólar, traen un constreñimiento general de la economía que se manifiesta de manera directa en los principales aspectos de la construcción de viviendas.
Lo primero que sucede es un aumento en materiales de construcción como la varilla, el cemento, la madera, etc.
Al subir el dólar, se incrementan los costos de los combustibles lo que trae como consecuencia un aumento en el gasto del transporte de la tierra que hay que movilizar para sentar las bases de las edificaciones y, al mismo tiempo, hay que invertir más dinero para la movilidad de los equipos y maquinarias que deben usarse durante el proceso de construcción.
Por su parte, el alza en los intereses bancarios se presenta negativamente ante el desarrollador del proyecto que se ve obligado a pagar más dinero por el préstamo interino que necesita para levantar la obra.
Los aspectos planteados, traen como consecuencia tener que vender las unidades más caras lo que significa una disminución de las posibilidades de comprar para muchos de los posibles adquirientes.
Asimismo, quienes quieren poseer una vivienda, que ya están siendo afectados en sus economías por los incrementos en sus gastos como consecuencia de la inflación, se encuentran con que tienen que pagar altos intereses en sus préstamos a largo plazo y con cuotas mensuales que escapan a sus posibilidades.
Los elementos aquí señalados, son la punta del iceberg de la secuela de aspectos negativos que podrían irse dando poco a poco, algunos de manera imperceptible y otros tan evidentes como una axioma que no necesita presentación pero que, en lo que se avecina el temporal, irían disminuyendo las posibilidades de muchas personas de llegar a comprar su casa o apartamento.
Los que solo producen pesos dominicanos y que están acumulando sus ahorros para tratar de pagar el mayor inicial que les sea posible al momento de comprar, con la intención de tomar menos dinero prestado, corren el riesgo de ver disminuido el poder adquisitivo de la moneda nacional, lo que, al final de cuentas, como dicen en mi campo, podría ser más cara la sal que el chivo, pues, cuando se decidan a dar el paso, ya podría ser demasiado tarde puesto que, primero, el dinero de sus ahorros, no sería suficiente para el pago del inicial y, segundo, tendrían que pagar más por la vivienda que desean.
De igual manera, los que producen euros, dólares o cualquier moneda superior que nuestro peso, aunque, aparentemente, reciban más dinero dominicano por sus divisas extranjeras, al final les resulta el mismo refrán de la sal y el chivo pues, tendrían que pagar muchos más pesos por lo que quieran comprar.
Estas letras no quieren ser negativas y mucho menos pretenden disminuir el entusiasmo de quienes sueñan con tener su techo propio, más bien, son un llamado de atención basado en las experiencias vividas en muchos años ligados al sector.
En ese sentido, para evitar un colapso del sector construcción, el Gobierno debe poner especial atención a los elementos que podrían incidir de manera negativa en el mismo y prepararse, de antemano, para lo que podría suceder en el corto y mediano plazo.